Al Secretario General de Comisiones Obreras de
Navarra.
Como mejor proceda:
Buenas
tardes José: te devolveré el dinero cuando lo determine un juez. Si tienes
alguna duda te puedes poner en contacto con Martín de Agroalimentaria de CCOO.
*
Este wassap de Abrahán me lo reenvió José para que me
pusiera en contacto con Martín y disipara las dudas y para que hiciera lo
posible para parar el carro que lleva una denuncia por apropiación indebida
continuada y que va cargado con más piedras que lechacinos.
*
Pilar en su afán por tener siempre cada cosa en su
sitio, trasegó del archivo informático en los que lo tenía, al archivo de la
entidad bancaria de la nueva sociedad que gestiona ahora la activad empresarial,
los números de cuentas de los trabajadores que trabajaban en la empresa y a los
que ella, con cierto retraso, ingresaba cada mes las nóminas.
Después de tres meses
y de cuatro pagos, ante la queja de una trabajadora llamada María que no
recibía su nómina, Pilar comprobó con desespero que: en ese corta pega informático
había adjudicado a María el número de cuenta de Abrahán un trabajador que hacía
más de ocho meses que no trabajaba con ellos.
- No te preocupes María, que ahora mismo te las vuelvo
a mandar… y las otras se las reclamo al banco que no tiene por qué haber ningún
problema para que a quien se las haya enviado las devuelva…
Si embargo ya en primera instancia, cuando el banco se
dirige a Abrahán y le conmina a que devuelva el dinero, Abrahán responde que le
han dicho los de Comisiones Obreras que no lo devuelva.
*
El miércoles día 26 de Mayo de 2017 llamé por teléfono
a Martín en presencia de Pilar que pudo oír y podrá dar testimonio, y
finalmente pudo participar en la conversación.
Lo cierto es que cuando empezamos hablar, ya en las
primeras palabras encontré un gran aplomo y seguridad en la determinación de
que Abrahán ese trabajador afín a su organización como
corresponde a lo que tiene que corresponder: no devolviera el dinero . También pude deducir que la estrategia
de apropiarse del dinero era anterior a cuando en la empresa se había percatado
del error.
Pude comprobar que Martín tenía un conocimiento
exhaustivo de los detalles del caso. Aprecié el sarcasmo y la ironía con la que
valoraba la sucesión de los hechos que había culminado en una especie de
justicia divina porque al parecer dios así lo había querido. Así mismo en medio
de un halo de orgullo y satisfacción monárquico, mostró el trasfondo de una
batalla personal en la que como sindicalista avezado había conseguido una gran
victoria,
Con ciertas artes de la verborrea fue dejando en un plano invisible la solidaridad
con las otras dos trabajadoras que estaban saliendo perjudicadas. Ninguna
relevancia tenía que un trabajador se quedara por error de otro trabajador la
nomina de un tercero.
El mejor parapeto que encontró Martín para defender
sus argumentos era que no tenía ninguna constancia de esos pagos erróneos
fueran de una nomina de otro trabajador y de que en realidad los hechos hubieran
sido así. Quería ver documentos encima de su mesa porque las palabras se las
lleva el viento. Cuando le ofrecí mandarle los documentos vía fax o email me
dijo que para ello tenía que darme día y hora. Pues dámelos. Y abrir ficha para
poder asesorarme. Pues ábrela, Y para abrirme ficha le tenía que dar un numero
de cuenta. Cuando le empecé a dictar mi número de mi cuenta bancaria me esquivó
definitivamente diciéndome que “es que José le ha jodido la vida a Abrahán…” “y
de eso sí que he visto los documentos….”
Mentira, mentira… lo que había hecho José es dejarle
de pagar a Abrahán durante diez meses: el dinero que cada mes le pagaba en negro
por un acuerdo al que llegaron después de un incidente que había sucedido, y de
eso nunca hubo ningún documento. Y la prueba de que se hizo sobre la base de un
acuerdo es que el trabajador estuvo en la empresa diez meses más, hasta que un
día dijo que se iba a trabajar a otro sitio y se fue. Incluso hace unas semanas
estuvo a punto de venir a trabajar de nuevo.
Pero eso al parecer Martín no lo sabía. ¡Y aún encima
dinero negro…! ¡Así va este país… y luego no hay para escuelas y hospitales..!
La palabrería salta de manera espontánea como si estuviera preparada en un
resorte para ocultar que en este sistema irracional en el que ellos viven y
alimentan, para los sindicatos sí que hay incluso para defraudar y robar, los
ideólogos sindicales no quieren saber nada de que el noventa por ciento de los
trabajadores de la selva en la que vivimos, sin poder abandonar su esclavitud,
subsisten con una parte de su salario en negro.
No obstante, teniendo ahora esta nueva información,
aunque no le había dicho nada, no iba a llamar a Abrahán para decirle que no
utilizara ni a él ni al sindicato de tapadera para la apropiación indebida del
dinero que le habían ingresado por equivocación. Con especial énfasis me decía
que yo no le iba a decir lo que tenía que hacer… sin embargo él pretendía que
yo hiciera lo que él quería que yo hiciera la vista gorda y que viera lo
sucedido como una graciosa compensación a lo que sucedió un día. Yo no he dicho
nada aunque hubiera reconocido que lo haya dicho. Palabras que se lleva el
viento. Yo no se nada porque nada quiero saber más de lo que sé. Yo no voy
hacer nada puesto que ya he hecho lo que tenía que hacer que ese es mi trabajo.
Y si el trabajador no devuelve el dinero, los otros trabajadores afectados si
quieren que llamen a su sindicato o que me llamen directamente a mi mismo.
Le hube de recordar que era otra sociedad la que
además había tenido aquellos problemas con su cliente de cuota de afiliado al
sindicato y que aquella sociedad dejó de tener actividad con unos problemas
económicos insuperables y que la sociedad que había heredado la actividad para tratar
de salvar unos cuantos puestos de trabajo también estaba pasando unas
dificultades enormes y que yo estaba allí para tratar de salvar la actividad y
aquellos puestos de trabajo que la sostenían. A la par de mis palabras la línea
del teléfono en medio de afirmaciones con la que sentenciaba que cuanto yo
decía era mentira, también acarreaban unas risas de satisfacción, no sé si por
la alegría de que al final se había consumado la venganza o porque tal y como él
lo tenía pensado ya estaba llegando a su fin. En este punto, de nuevo que su
afiliado hubiera ingresado por cuatro veces cantidades de dinero que
correspondían a las nóminas de una antigua compañera de trabajo perdía su
importancia y Martín quedaba exonerado de toda responsabilidad.
En su defensa de la posición de Abrahán en no devolver
el dinero, le advertí a Martín de lo injusto que estaba siendo en sus
apreciaciones en perjuicio de José en base a tantos prejuicios como tenía
contra él. Sacar adelante su empresa le está costando el todo de su vida, le
dije. Pues ¿ya me explicarás como es que en estos últimos meses son ya ocho los
trabajadores que han dejado la empresa de manera voluntaria…? Me preguntó. Se
lo expliqué de una manera sencilla aunque no fuera necesario porque ya tenía su
propia composición de lugar y aunque era muy grave, no creyó nada de lo que le
dije.
Alargando la conversación le pregunté si no se sentía
solidario con las otras dos trabajadores que ha salido perjudicados en este
incidente ni los demás trabajadores de la empresa que en última instancia,
atribulado y sin capacidad para salir del brete en el que se había metido, vino
a decirme que solamente le preocupan los trabajadores que estaban con él en su
sindicato… y que el resto de los trabajadores le tenían sin cuidado
*
Cuando Martín oyó la voz de Pilar manifestándole que
ella era la trabajadora que había equivocado el número de cuenta y que le había
enviado a Abrahán el dinero erróneamente. Cuando le preguntó si con ella no se
solidarizaba. Martín colgó el teléfono y dio por terminada la conversación.
*
Esta fue la conversación que tuve con Martín tan
irracional, absurda, disparatada, parapléjica… e ilustrativa que ha merecido la
pena ponerla en papel. A él le di palabra de que la iba a reproducir para que
sirva de denuncia ante quien corresponda, valga de reproche público de alguna
actitudes y comportamientos humanos, que casi siempre quedan impunes entre las
bambalinas de la vida cotidiana, y que siguen construyendo un mundo laboral irracional
que esclaviza a muchas personas sin que nadie se dé por aludido salvo para
colgar al patrón si fuera preciso.
Seguir colaborando y sosteniendo esta apropiación de
dinero y seguir justificándola arguyendo la maldad intrínseca de nadie, es
también de una gravedad que no puede quedar impune.
Muy atentamente.
Pedro José Francés.
Caín.
Colectivo de Apoyo a la
Insolvencia.
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