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sábado, 23 de agosto de 2014

Denuncia ante quien corresponda

AL PUESTO DE LA GUARDIA CIVIL
DE LA VILLA DE BUÑUEL.

Pedro José Francés Sayas, con domicilio en Buñuel, en Nº 5 de la Calle Navas de Tolosa, ante ese Puesto de la Guardia Civil de la Villa de Buñuel, como mejor proceda en Derecho
        DIGO:
      Que por medio del presente escrito me presento a formular DENUNCIA contra Joaquín Pórtoles Beltrán, vecino de Buñuel y Alcalde de la Villa, por si los hechos que a continuación voy a exponer fueran constitutivos de delito.
      HECHOS:
Primero:
      Es patente tanto de palabra como por omisión la negación permanente que Joaquín Pórtoles Beltrán, en su representación como alcalde en los últimos tres años, hace de los sucesos ocurridos en Buñuel en el verano de 1936 en el que en treinta y cinco días a partir del 21 de julio sacaron de sus casas y asesinaron a cincuenta y una personas inocentes.
       La inexistencia de aquellos sucesos la sustenta desde la idea que repite alegremente de que la historia la escriben los vencedores. Una muestra de su desprecio a la verdad y a reconocer los derechos y la dignidad de las víctimas.
      Con sus constantes impedimentos y trabas, en los últimos años Joaquín Pórtoles Beltrán ha acabado erigiéndose en heredero de aquellos vencedores y fiel depositario de su victoria, hasta el punto de que en estos años no ha sido capaz de reconocer ni por un instante ni con ningún detalle, aquellos funestos hechos criminales, que en realidad, marcaron y marcan la historia de nuestro pueblo. Hechos criminales cuyos autores tienen nombre y apellidos y de los que no se ha hecho justicia: ni en cuanto a la declaración de los culpables ni en reconocer la condición de asesinados que tienen las víctimas.
      Su primer gran hecho funesto y primera prueba de esa contumaz animadversión hacia los descendientes de aquellas víctimas inocentes y sin duda punible por leyes que tratan de la exaltación de la violencia y del desprecio a las víctimas, fue negar sillas municipales en un acto de reconocimiento que se celebró el día 23 de Julio de 2011, para que se pudieran sentar huérfanas de aquellas víctimas, algunas de las cuales no habían vuelto al pueblo desde el año 1936. Un acto en el que nada hizo por colaborar y al que puso todos los obstáculos para que no pudiera celebrase, uno de ellos: entre falacias y argucias ante la Delegación del Gobierno para impedir que se pudiera hacer en la placeta de la Casa consistorial.
      Otra de las pruebas que se suceden diariamente de la negación de los hechos sucedidos en Buñuel en el año 1936 y una falta a la verdad histórica es el mantenimiento del monumento a los caídos en forma de cruz que desde el año 1941 está ubicado en la puerta de la Iglesia. Un alegato a la victoria del golpe de Estado y a la mentira. Una obcecación que atenta contra la dignidad de las víctimas,
       Vecinos del pueblo y ciudadanos procedentes de Buñuel o con vinculaciones con el pueblo y algunos otros ciudadanos en general, le han dirigido personalmente a Joaquín Pórtoles Beltrán como alcalde de la villa, algunos centenares de cartas en los últimos meses pidiéndole que derrumbe ese símbolo orgulloso de la victoria fascista y antidemocrática que sumió al pueblo español en una dictadura de cuarenta años alimentada de miseria después de un golpe de estado y de tres años de guerra ignominiosa.
       Estos centenares de cartas que se le han dirigido solamente han recibido como respuesta el más absoluto desprecio puesto que nunca ha contestado a ninguna de estas cartas. Joaquín Pórtoles Beltrán como alcalde-presidente de la Villa de Buñuel está soportando su responsabilidad personal porque en ningún momento ha pasado a otras instancias del gobierno municipal para dar la respuesta oportuna a la petición.
       En Buñuel existe una calle recién renombrada como Calle del Comandante Oliver. Aunque inicialmente esta denominación en otra calle pudiera ser dedicada a otro militar la realidad es que se mantiene gracias a que era la misma manera por la que se reconocía al General Luis Oliver Rubio en aquellos momentos en los que se dio el golpe militar la tarde noche del día 17 de Julio. A este militar la historia lo describe como uno de los jefes militares más sanguinarios en los inicios del golpe militar incluso antes de que en realidad se declarara la guerra.
       Varias veces se le ha solicitado a Joaquín Pórtoles Beltrán como alcalde-presidente de la Villa de Buñuel para que cambie el nombre de esta calle y nunca se ha recibido respuesta de su parte. Esta actitud creo que representa una conducta para que tengan un reproche mayor que  lo que está dentro de la normas de la buena educación.
       El desprecio tan absoluto que se demuestra ante todas las reivindicaciones de reconocimiento de los asesinatos cometidos, que se han hecho en el pueblo a partir de ese día,  que según manifiesta el mismo Joaquín Pórtoles Beltrán, no fueron asesinatos e incluso manifiesta que es un delito asegurar que fueron asesinatos. Esta justificación de la violencia en la que directamente se da por bien muertos a los asesinados, desde el momento en el que considera que no fueron asesinados, no me cabe duda de que haya de estar contemplada en la Leyes.
Segundo:
      En estos meses de Julio y Agosto, como venimos haciendo desde hace algunos años durante el verano, un grupo de personas organizamos actos pacíficos de memoria y recuerdo en Buñuel por los 52 asesinados, defendiendo el buen nombre del Ayuntamiento republicano, y por los tiempos de la República.
       Este año entre estos actos estaba la colocación en la Plaza que dibujó el Ayuntamiento republicano durante su mandato, una placa adornada con la bandera de la República que decía: “Plaza de la República, Plano de alineación de julio de 1933, Alcalde Alfonso Marquina.”
       Una placa simbólica que no tenía más pretensiones que la de ser una reivindicación y recuerdo de que aquella plaza estaba allí porque alguien la había hecho. La placa la colocamos en la fachada de mi casa el día 25 de Julio de 2014 y la  pensábamos mantener hasta el día 22 de agosto de 2014, día en el que dábamos por terminados los actos de recuerdo de este año y que considerábamos que era más que suficiente para rememorar aquellos hombres y aquellos tiempos.
       Con este acto queríamos dar a  conocer al pueblo en general, que esa plaza era una plaza que se había trazado en tiempos republicanos por el Ayuntamiento republicano cuyo alcalde y concejales habían sido asesinados.
       La placa de 60 x 30 ctms, de diferente tamaño, color y grafía que las que tiene el Ayuntamiento en las calles, estaba colocada a más de cinco metros de altura, dentro del balcón que desde mi casa da a la plaza, protegida por rosales que tengo amarrados a la baranda. Una placa, que si bien era bien vista desde la plaza sin embargo a nadie engañaba de que era cosa de quienes reivindicamos la memoria y que ya somos conocidos y reconocidos en el pueblo.
        El día 7 de agosto, según me han contado, a primera hora de la mañana, sin ninguna clase de advertencia ni aviso por parte del Ayuntamiento: ni al propietario de la casa ni a mí mismo, miembros de la brigada municipal procedieron a retirar la placa en presencia de la patrulla de la Guardia Civil. Al parecer aunque no hubiera orden judicial ni nada parecido, era muy importante poder decir que quien había entrado en mi casa y había quitado la placa había sido la guardia civil puesto que esa circunstancia le da otra impronta.
      Se la misma manera que la placa anterior, con un sistema que solamente se necesita un golpe de destornillador para soltarlas, volví a colocar la placa el día 8 de agosto.
      El día 14 de agosto, sin ninguna clase de aviso, ni advertencia, ni miramiento, a las diez de la mañana, estando en mi casa junto con mi esposa, el jefe de la Brigada Municipal desde un ascensor mecánico, accediendo al interior de mi balcón, pasando por encima de los rosales arrancó de nuevo la placa. Salí corriendo a impedirlo pero no llegué a tiempo salvo para reprochar la conducta del mandado en un esfuerzo más por combatir mi impotencia.
      Al mirar desde el balcón a la plaza pude ver a un policía municipal, a la patrulla de la Guardia Civil acompañado de unas cuantas personas de auto reconocido carácter falangista que rodeaban mi casa de manera al menos amedrentadora.
      De este hecho ya he presentado denuncia en esos juzgados contra la persona que me increpó.
       El día 14 de agosto al mediodía volvimos a colgar otra placa con el mismo texto pero de un tamaño de 100 x 50 ctms. La colocamos en la parte más alta de mi casa entre dos ventanas. Como el otro también era  un cartel que no pudiera confundir a nadie ni del pueblo ni forastero: pero volvía a ser una placa de memoria, de reivindicación, homenaje y recuerdo que al parecer también molestaba al alcalde Joaquín Pórtoles Beltrán y posiblemente a sus adláteres y a quienes le sustentan en el cargo.
       El día 16 de agosto, sin aviso de ninguna clase, estando en mi casa yo mismo y mi esposa, y sin ninguna duda por orden del sr. alcalde Joaquín Pórtoles Beltrán, con la observancia desde lejos de la patrulla de la Guardia Civil, un contingente compuesto por el Sr. Secretario del Ayuntamiento, un policía municipal, el Jefe de la Brigada municipal que se encaramaba hasta la tercera planta de mi casa con un elevador propio de la construcción trataron de llevarse la placa de la fachada del lugar más alto de la casa en el que la teníamos colocada. Llegué unos segundos antes y la pude descolgar ante de que la requisara por tercera vez el empleado municipal.
       Con el consentimiento y con el beneplácito de Joaquín Pórtoles Beltrán la tensión social, política y policial a la que nos han sometido a algunos miembros de mi familia y a mis amigos han conseguido que en lugar de esperar a quitarla como gesto simbólico de reivindicación el día 22 como era lo previsto, hubiéramos de descolgar la placa el día 16 de Agosto dejando nuestra libertad de expresión arrastrada por los suelos y sin ningún lugar al que apelar.
       Todo esto en un pueblo en el que hay cientos de banderas colgada en fachadas y balcones, algunas de ellas ilegales y que cada día cada cuarto de hora hemos de escuchar un “Avemaría” todos los vecinos sin excepción desde la torre en el que se da la hora oficial al pueblo y tres veces al día un Ángelus completo.
       Es obvio decir que las dos placas que se llevaron han quedado requisadas y en esta denuncia reclamo su devolución.
Tercero:
      En el verano de 2012, más de un año llevaban sin que nos dejaran entrar a visualizar los archivos, incluso, contando con el apoyo y la observancia que el Defensor del Pueblo de Navarra les había trasmitido de nuestro derecho.
       El Juzgado de Instrucción Nº 1 de Tudela archivó la querella por prevaricación que yo mismo presenté en su día contra Joaquín Pórtoles Beltrán por el impedimento que a propósito y sabiendas, ejercía para que yo mismo y mi esposa pudiéramos entrar a ver y leer documentos de los archivos municipales referentes a los tiempos de la II República, por considerar el juzgador que el acusado era tan iletrado e ignorante que hacía imposible el delito,
       El archivo de esta querella por prevaricación está recurrida en la confianza de que se hará justicia y que finalmente se procederá a juzgar a Joaquín Pórtoles Beltrán por este delito de prevaricación.
       Ante la posibilidad de seguir siendo imputado, desde el Ayuntamiento sibilinamente me abrieron las puertas de acuerdo a un procedimiento diabólico, dispuesto e ideado para mí.
       Yo pido permiso concreto para qué quiero entrar y lo hago por escrito. La junta de Gobierno lo estudia en el último momento en el que le permite la ley y da permiso al Señor Secretario para que ponga día y fecha para ejercer mi derecho. El señor secretario lo hace también dentro del límite legal que tiene y luego pues: alarga todo lo que puede el día en el que me deja entrar. Entre la solicitud y el día en el que puedo entrar a los archivos, entre que pido y me conceden, puede pasar varios meses y ese día he de estar vigilado por un policía municipal.
       Habitualmente, esto mismo trabajo de investigación y lectura lo realizo en otros muchos Ayuntamientos de este mismo partido judicial y es un acto sencillo: me dirijo personalmente al Ayuntamiento, el Señor secretario saca los documentos que quiero visionar porque los archivos de este tiempo están todos en todos los Ayuntamientos perfecta y sencillamente calificados, veo los documentos en plena libertad y confianza y en un par de horas tengo en mis manos las fotocopias de los documentos que preciso.
      Bien, pues después de hacer el paripé durante un tiempo, desde hace unos meses este procedimiento diabólico al parecer lo han cambiando: no me contestan de ninguna manera y por lo tanto de facto ya no me dejan entrar de nuevo a ver la documentación existente en los archivos municipales de los años republicamos y siguientes.
       En este cambalache de procedimientos y propósitos en el que al parecer el señor secretario es inocente, puesto que en realidad no es más que un mandado, he de suponer que es el señor alcalde Joaquín Pórtoles Beltrán, quien en definitiva de nuevo me impide ejercer mi derecho al acceso de los archivos municipales después de que de alguna manera ha visto la forma de sortear la ley y los juzgados.
Cuarto:
      En Buñuel hay algunos servicios municipales a los que tienen acceso de manera igualitaria todos los vecinos.
      Pues bien: cada vez que me veo en la necesidad de utilizarlos me veo sometido a una persecución y delante de mí, se levantan toda clase de obstáculos burocráticos insuperables, siempre con la intersección del señor secretario que asume su labor de mozo de brega incluso después de haber sido condenado en primera instancia y en apelación por vejaciones y humillaciones contra mi persona, o quizás todavía más que antes de ser condenado.
       Trabas e impedimentos con los que después de algún tiempo,  llego  a la conclusión de que fraudulentamente, desde la institución municipal  no me permiten las mismas condiciones de uso que al resto de los  vecinos, para la utilización de estos bienes municipales que están a disposición de todos los vecinos.
       Relaciono dos casos fácilmente demostrables
       La Casa de Cultura tiene un espacio en el que se pueden realizar reuniones y dar charlas y conferencias. Esta sala es muy utilizada durante todo el año de manera gratuita por infinidad de personas, grupos y asociaciones para celebrar actos de toda clase: organización de la javierada, organización de una etapa del camino de santiago, asamblea de la asociación taurina, actos que aunque de forma peregrina se puedan considerar culturales. Se da el caso que por el uso de esta sala para actos culturales, quien únicamente ha pagado he sido yo: para la presentación del libro. Buñuel verano de 1936. Una tasa de 72.- euros.
       Luego, teniendo noticias de esta realidad me lo han impedido queriéndome cobrar una cantidad tan demencial como abusiva para la presentación, de las obras escritas sobre el ámbito local: Como la mula al surco y La Canalla de 1936.
       Además el alcalde Joaquín Pórtoles Beltrán, trata de justificar esta forma de proceder pervirtiendo esta labor altruista que realizo refrescando la Memoria Histórica en mi pueblo como si fuera un negocio con el que gano mucho dinero y por el que por lo tanto he de pagar.
       La utilización de la megafonía municipal está al servicio de cualquier persona con la condición de pasar la redacción del comunicado público que se quiera hacer  y pagar 3.- euros.
      Así de sencillo.
      Pues no es este mi caso:
      El día  29 de agosto el alcalde Joaquín Pórtoles Beltrán, se negó incluso luego de haber pagado la tasa correspondiente, a leer por la megafonía un comunicado en el que se decía: “en recuerdo y memoria de los cinco jóvenes asesinados…” aduciendo que estábamos cometiendo un delito, asegurando que no habían sido asesinados aquellos cinco jóvenes que en el atardecer del día 3 de agosto de 1936, habían sido arrancados de su encierro en el Ayuntamiento y habían sido pasados por las armas unas horas más tarde.
      También el día 12 de Agosto se permitió el lujo de recortar una frase de otro comunicado en la que decía: “por un recorrido supervisado por la Delegación del Gobierno..,” porque esta frase al parecer no encaja con su estrategia de demonizar todo lo que hacemos.
       Se puede observar su ignorancia o su osadía y en todo caso el absolutismo de su autoridad ante el que no tengo ningún recurso inmediato de apelación y defensa.
        Seguramente que estas conductas que nos dejan a los ciudadanos perplejos y sin saber qué hacer, indefensos e impotentes ante la autoridad, una vez denunciados ante la justicia, nuestra única defensa en estos casos de irracionalidad y prepotencia, tendrá alguna línea con la que dar respuesta y defensa y con la que sancionar el absolutismo y el oprobio
Quinto.
       La utilización de los cuerpos de seguridad del Estado que hace Joaquín Pórtoles Beltrán, en su calidad de alcalde, como una herramienta de coacción y amenaza hacia quienes y contra quines estamos empeñados en romper la gran piedra de silenció bajo la que estaba prisionera la memoria de lo que ocurrió en nuestro pueblo en el verano de 1936..
       Una guardia particular para utilizarla a su antojo para la defensa de sus intereses, apaciguar sus temores ficticios y dar salida a sus caprichos de autoridad plenipotenciaria del pueblo.
       Es tal la alarma que produce ante las autoridades y responsables del orden público que en un acto improvisado que celebramos en la puerta del Ayuntamiento de Buñuel el pasado 3 de agosto, se presentaron: un oficial, un suboficial, seis guardias civiles y un agente sin uniforme para vigilar un acto en el que participamos diez personas más que adultas en actitud pacífica, y en la que en veinte minutos y sin ni siquiera pisar la calle solamente queríamos leer el relato de los hechos ocurridos aquella misma tarde del año 1936 en la que se llevaron a la muerte a cinco jóvenes inocentes.
      La misma circunstancia de que para quitar las placas de la Plaza, que no deja de ser la violación de mi domicilio y un atentado contra la libertad de expresión, requiriera la presencia de la patrulla de la Guardia civil, es una prueba más de las tantas con las que trata de identificarnos como personas peligrosas y a las que hay que temer.
       Esto yo no sé si se puede entender como utilización de fondos públicos sin ton ni son, pero estoy seguro que ha de haber alguna manera de condenarlo.
Sexto:
      Finalmente, a pesar de que soy un señor de cierta edad, que me supongo serio y formal, no exento de inteligencia y de carácter templado, a  pesar de tener publicados una veintena de libros de ensayo, cinco de ellos referentes al ámbito local, cada vez que hablo con Joaquín Pórtoles Beltrán en su calidad de alcalde, su actitud es de una tremenda agresividad, una sucesión de insultos y de menosprecios me premian, un contestar a cualquier cosa menos a lo que le pregunto trasmitiéndome la sensación de que él sabe bien que estoy tonto, negándome mi condición de ciudadano soportando su desprecio con amenazas: “el día que no sea alcalde te llevaré a un sitio y te diré cuatro palabras…” y sobre todo con esa estrategia infecta de siempre de: “pídemelo por escrito…” que es la respuesta a todo cuanto le requiero, aunque sea una tontería que me pude contestar en el momento, puesto que aunque sea para mañana la tontería, tiene un mes para contestarme “Y si no habérmelo preguntado antes…” y eso si no lo pasa antes por la Junta de gobierno
      Esta actitud manifiesta que se expande desde la Alcadía que corona Joaquín Pórtoles Beltrán, ha creado un ambiente bien orquestado, en el cual: cualquier persona que se pare en la calle a hablar conmigo durante cinco minutos, al poco rato ya tiene a alguien que le coja del brazo y le advierte que no se puede hablar conmigo porque soy lo que soy y todo lo demás que se quiera imaginar. Aprietan fuerte del brazo. Eso me dicen.
      Ante esta autoridad tan aberrante me encuentro como un hombre indefenso y acorralado que no sabe qué hacer. Ante esta muralla de autoritarismo, ante los amos de un pueblo que hacen y deshacen sin importarles la ley que nos protege a los ciudadanos y nos preserva nuestros derechos, finalmente confío en la Ley y espero que si hay una línea en el Código para castigar a quien roba una gallina, haya otra para quienes sustraen de la dignidad y de los derechos constitucionales de los ciudadanos.
Por todo lo expuesto solicito al Puesto de la Guardia Civil de la Villa de Buñuel, tenga por formulada en términos y forma la presente denuncia con la relación exhaustiva de estos SEIS HECHOS para que se realice si procede las correspondientes averiguaciones afectas a los referidos hechos y remita al JUZGADO DE GUARDIA el atestado por si diera lugar a que los hechos denunciados fueran constitutivos de delito.
       Si fuera necesario para abrir un proceso judicial pondré a disposición de quien lo requiera: mi testimonio personal, la documentación en la que se basa estas denuncias y las calificaciones pertinentes mediante escrito de abogado.

En Buñuel a 17 de Agosto de 2014.

Pedro José Francés Sayas.

viernes, 5 de julio de 2013

Denuncia contra la Policía Foral


A la atención del Jefe de la Policía Foral.
de la Comunidad Foral de Navarra.
Buñuel a 28 de Junio de 2013.
 
Muy señor mío.
    Pasados unos días desde que ocurrieron estos hechos, como mejor proceda, voy a relatarle lo que me sucedió el pasado sábado 8 de Junio de 2013 en Buñuel, mi pueblo, para que conociendo estos hechos: pueda obrar usted según le dicte su profesionalidad y su conciencia.
 
Esa tarde, mi esposa Juanamari y yo, después de echar la siesta, decidimos ir al huerto a plantar unas tomateras y pasar la tarde en el campo. Eran la cinco de la tarde cuando salimos de casa. Aunque estaba nublado y amenazaba lluvia pensábamos pasar una tarde tranquila aunque hubiéramos de resguardarnos de algún chaparrón bajo el abrigo de la caseta.
   Cuando nos montamos en el coche no nos hubiéramos podido imagina qué nos iba a pasar en un par de minutos más en medio de la tranquilidad que ofrece un pueblo y que crea ese ambiente en el que no nos importa despreocuparnos de según qué cosas.
   Saliendo del pueblo a lo lejos vimos una pared roja que cortaba la carretera.
   Algo ha pasado, pensamos ante tanta demostración de fuerza policial.
 
Al acercarnos cuatro policías forales nos echaron el alto y nos urgieron a aparcar en el arcén. ¡Buenas tardes, estamos haciendo un control preventivo de alcoholemia… ¿le importa hacerlo? Me dice uno de los policías. ¡Sí, sí no tengo ningún problema….! ¡Sople durante unos segundos… bien sale cero…! ¡Claro, claro, no bebo…!
   Me cuesta adivinar que hacía un control de policía a las cinco de la tarde en un pueblo como el mío: un pueblo fantasma en el que es imposible que pueda pasar nada. Tampoco  entiendo cómo es posible que un procedimiento, una instrucción policial, pueda instar a cortar una carretera de estas características con tanto alarde como si se quiera así cortar el cierzo.
   Posiblemente el policía que me espetaba por la ventanilla escuchó estas mis preguntas en mis adentros. ¡Me da el carnet de conducir…! Entonces me veo con mi traje de hortelano lleno de barro, pero sin la cartera en el bolsillo. ¡No lo llevo… lo llevo en la cartera en la americana y me la he dejado en casa, porque vamos al huerto, que está ahí mismo, a doscientos metros a plantar unas tomateras... Me llamo Pedro José Francés Sayas y soy de aquí, de Buñuel. A continuación le enumeré mi carnet de identidad.
 
Tratando de relajarme y de transmitir confianza ante esta situación de pan y melón, y alimentando esa costumbre que tengo de dirigirme por su nombre a las personas con las que hablo, le pregunté al policía como se llamaba.
   ¡Este es mi número me contestó soliviantado…!
   Me paro a pensar ahora y no entiendo por qué quien tiene el derecho a pedir que nos identifiquemos no tengan la obligación de identificarse y que su nombre en lugar de ser Juan Miguel: sea un número.
   Además al policía le sirve su número y a mí no me sirve el mío.
   Hasta ese momento las palabras que me dirigió el policía 0646 eran las justas pero un tono imperativo que ya empezaba a intimidarme y a hacerme sentirme con una intranquilidad a la que no creo que nadie tenga derecho a someterme.
   Entonces se dirigió a mi esposa. ¿Y usted, usted lleva documentación…? ¡No, no la llevo, la llevo en el bolso y no lo he cogido. Juanamari le mostraba la bolsa en la que llevaba la botella de agua fría y las plantas de tomate. ¿Puedo ir a casa a por ella…? Les preguntó mi esposa. ¡Vivimos aquí mismo…! ¡No, no, ustedes de aquí no se mueven… les llevaremos a identificar al cuartel de la Guardia civil…!
 
Ante la incapacidad del policía para entender y admitir con normalidad que dos personas mayores que tienen todo el aspecto de ser matrimonio serio y responsable fuéramos a la hortaliza sin llevar el carnet de conducir ni ningún otro documento que los identificara, y estando su domicilio a menos de trescientos metros, yo tan solo advertía unas disposición inmensa a amargarnos la tarde con su abuso de autoridad.
   Así era. En otro caso nos hubieran dicho: circulen y buenas tardes.
 
Un segundo policía, el 0968 se acercó a la ventanilla con una sonrisa de esas que se muestran traicioneras aunque se trate de ocultar sus intenciones. ¡Por favor: me da la documentación del coche…! Juanamari sacó la documentación de la guantera y se la entregó. Como el coche es de nuestras hijas el problema de identificación no solo no se resolvió sino que se complicó.  ¡Y además, la I.T.V. la tienen ustedes caducada…! La sonrisa se tornó en maliciosa. ¡Les vamos a tener que denunciar…! ¡No puede estar caducada: el vehículo lo compramos en el mes de agosto del año pasado y entonces la tuvo que pasar…! Les dije seguro de lo que decía porque además es verdad. ¡Eso será lo que diga usted…! Me contestó el policial mostrándome la seguridad de que le estaba mintiendo.
   A través de la ventanilla del vehículo, hubo un serio cruce de palabras en el que los dos policías nos empezaron a tratar como si fuéramos unos delincuentes a los que les habían hecho presa y a los que no se podía dar ventaja ni mostrarles un ápice de piedad.
 
Mientras tanto, y ya habían pasado más de diez minutos, yo me había percatado de  que a dos metros del coche, un tercer policía me llevaba mirando fijamente escondida su mirada tras unas gafas de sol, en jarras, y en una posición: chulesca, inquisitoria, y amenazante. ¡Si me vas a seguir mirando, por educación, por lo menos quítate las gafas, que está nublado…! Por primera vez puse pie en tierra para liberarme de esa sensación de acorralamiento en el que me habían colocado sin darme cuenta. El policía volvió a tomar nota en una libretita que llevaba en la mano. Yo vi su placa 0985.
 
¿Es posible que estemos formando a los cuerpos de seguridad con criterios democráticos y de respeto y cercanía a la ciudadanía, o por el contrario, cuando se muestran nuestros policías ante nosotros los ciudadanos con esas poses tan típicas de la películas americanas con las que se distingue al policía malo, nos demuestran que en realidad estamos conformados cuerpos de seguridad en lo que el principal objetivo es amedrentar a la población y atentar contra los derechos más elementales de las personas…?
   O ¿Serán imaginaciones mías…?
 
Pero ya estaba muy nervioso y Juanamari también salió del coche, estaba angustiada y ya no sabía qué hacer ni qué decir. ¡Pedro tú estate tranquilo…! Me decía asustada y previendo lo peor ¿Por qué no puedo ir a casa a por su documentación? Les dijo a los policías que no podían parar siguiendo su guion para  mostrar firmes su fuerza y autoridad. ¡Va a ser la mejor solución, que vaya esta señora a su casa…!
    Juanamari salió hacia casa preocupada de dejarme solo y corriendo a traer la solución.
 
Cuando me quedé solo me aparte del coche y de los policías y uno de ellos se acercó y quiso mostrarme otra versión de lo que estaba pasando. Es importante que usted como Jefe de la Policía conozca este detalle. ¡Tienen que entender que nosotros somos unos mandados y que hacemos lo que nos mandan…! Me dijo. ¡Ya, ya y obedecéis sin necesidad de que os manden…! Le dije. Y el día que os manden matar, matareis y diereis que habéis matado porque os lo han mandado. Pensé pero no lo dije.
 
 Estaba solo en una carretera en la que en los últimos treinta minutos no había pasado ningún coche. Buena prueba de la escasa racionalidad de poner un control preventivo en un punto en el que hay muy poco que prevenir. Además, seguramente ante tanta ostentación de fuerza policial que había en la entrada al pueblo, si algún vehículo circulaba hacia la salida, desde lejos, la veían sus conductores como la había visto yo y tomaban otra calle para no toparse con la autoridad. Si no es que se había corrido la noticia por el pueblo de que allí estaban y todos que pensaban salir habían decidido quedarse en casa.
   Pasaban los minutos de manera rápida y mi corazón también aceleraba su ritmo.
   Ellos llevaban las pistolas al cinto y yo solamente veía sus pistolas.
   Eran sus pistolas las que me impedían que me fuera al huerto a pasar la tarde. Pensaba en salir corriendo hacia el huerto y descansar en el porche de la caseta pero tenía miedo. Recordé que en esa misma carretera, en otros tiempos, al menos tres personas habían sido abatidas a tiros cuando escapaban del terror que habían creado otros hombres armados.
   Que se habían querido fugar alegaron sus cazadores.
   Por favor dejen que me vaya. ¡Usted quédese ahí y no se mueva…!
   La sensación de terror iba creciendo dentro de mí hasta que en un momento puse el coche en movimiento y me bajé mientras el coche seguía andando. Alguno de los policías gritó: ¡No se mueva...! pero yo ya no sabía qué hacía. Entre aquellos cuatro policías que hacían ostentación de superioridad e impunidad, el maltrato sicológico al que me estaban sometiendo de manera sutil se apoderaba de mí y estaba haciendo mella y ya no me importaba que el coche siguiera andando solo.
 
Mientras tanto el policía que aparentaba ser el jefe anotaba todo discretamente en la libreta pequeña tal y como recuerdo que hacía el teniente Colombo y me retrotraía a otros tiempos que me atenazaron de joven y que al parecer han dejado huella en los modernos procedimientos.
   Poco a poco me estaba sintiendo muy mal físicamente.
   ¡Por favor… déjenme irme de aquí, que verán el coche aparcado en el huerto que está ahí mismo…! Les pedía por favor sin que mis ruegos le hicieran cesar en su ensañamiento. Soy diabético y la glucosa me subía por segundos engordando mi lengua hasta el punto de no poder articular las palabras y sintiendo la sed secando mi garganta. Sentía una presión dolorosa en mi cabeza porque me estaba subiendo la tensión sanguínea. También tengo un problema de subidas inminentes de tensión.
   ¡Por favor… déjenme irme de aquí…!
   Quería escapar de aquel espacio que se había cerrado en mi entorno con una tela de araña de terror. ¡Por favor déjenme ir que me estoy poniendo enfermo… que estoy enfermo… que soy un enfermo… que me está dando una subida de azúcar y me va a estallar la cabeza por la tensión. ¡De aquí no se mueve…! Nada de compasión. ¡Si quiere llamamos a una ambulancia. Un poco de compresión del manual burocrático. ¡Sí, sí, llámenla…! ¡Ya ve que si hace falta también estamos para servirle…! Me dijo el policía 0533 con cierto recochineo con el que el ensañamiento envuelto entre un poco de cinismo mostraba toda su crudeza.
    La situación comenzaba a sacarme de mis casillas.
   ¡Por favor llamen a un médico que me va a estallar la cabeza…!
 
Los minutos que pasaron mientras llegaba la ambulancia me llevaron a comprender y contrastar la conducta de estos cuatro policías en esta tarde que difícilmente olvidaré.  Si cuando los vi la primera vez me pareció que estaba haciendo un despliegue excesivo para estar patrullando en un pueblo anodino como el mío; si luego vistos de cerca tenían una pose con la que imitaban a los policías malos de una película mala; ahora, pasada más de una hora los estaba apreciando como unos hombres degenerados, que en ese no saber qué hacer con ellos que tienen sus jefes, se habían tomado como un entretenimiento con el que pasar la tarde: la cruel hazaña de amargarnos la tarde, sin más placer que demostrar su poder y su autoridad y quizás en último extremo su impunidad.
   Nos había tocado a nosotros como le podía haber tocado a cualquier otro
 
Yo estaba aterrorizado pero al ver venir de lejos a Juanamari me fue llegando un poco de tranquilidad aunque se asentaba la idea de que la conducta, de que el comportamiento criminal de estos policías, me estaba llevando a un colapso físico y casi a la locura.
   Comencé a gritarles y a insultarles y a acusarles.
   No recuerdo qué les dije, ni lo quiero recordar.
   Y llegó el médico. 296 de glucosa 23-11 de tensión.
   Por favor sáqueme de este espacio de terror.
   Y llegó la ambulancia.
   A las seis y medía salíamos hacia el Hospital de Tudela.
   El parte médico está en el juzgado.
 
Pasados más de veinte días todavía no he recuperado el tono vital y aún, sigo teniendo miedo sin embargo me han condenado en un juicio en el que no estaba presente.
Pero esa es otra historia.
 
Como mejor proceda espero su contestación, si no para pedirme disculpas sí al menos para explicarme cómo y porqué pueden ocurrir estos sucesos a un matrimonio de cincuenta y algunos años que van a pasar la tarde al huerto de su propiedad en su propio pueblo.
Muy atentamente.
Pedro José Francés Sayas.